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jueves, 31 de marzo de 2011

EL EXPERIMENTO MILGRAM, el peligro de la obediencia

Eichmann, durante su juicio en Israel
En julio de 1961, Stanley Milgram, psicólogo de la Universidad de Yale, comenzó una serie de experimentos que tenían como finalidad medir la buena voluntad de un participante a obedecer las órdenes de una autoridad, aun cuando éstas puedan entrar en conflicto con su conciencia personal.

Se trataba de dar respuesta a las dudas surgidas en la comunidad internacional después del juicio en Israel a uno de los responsables nazis del Holocausto, que se defendió de sus acusaciones alegando que “Sólo cumplía órdenes. Cualquiera hubiera hecho lo mismo”.

Sus resultados conmocionaron al mundo.

EL JUICIO

Karl Adolf Eichmann (Solingen, 19 de marzo de 1906 - Ramla, 31 de mayo de 1962) Teniente Coronel de las SS nazi, fue el responsable directo de la logística de “La Solución Final”, el plan nazi para acabar sistemáticamente con el pueblo judío.

Cuando fue juzgado en Israel por los crímenes cometidos durante la guerra, en 1960,  se defendió argumentando que su participación en el Holocausto se limitó a ser un simple ejecutor de órdenes superiores y no un Heydrich o un Himmler. En su diario escribió: «Las órdenes eran lo más importante de mi vida y tenía que obedecerlas sin discusión». Seis psiquiatras declararon que Eichmann estaba sano, que tenía una vida familiar normal y varios testigos dijeron que era una persona corriente.

Stanley Milgram estaba muy intrigado. Eichmann era un nombre normal, incluso aburrido, que no tenía nada en contra de los judíos. ¿Por qué había participado en el Holocausto? ¿Sería sólo por obediencia? ¿Podría ser que todos los demás cómplices nazis sólo acatasen órdenes? ¿O es que los alemanes eran diferentes?


EL EXPERIMENTO

El experimento Milgram quería averiguar con qué facilidad se puede convencer a la gente corriente para que cometan atrocidades como las que cometieron los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Quería saber hasta dónde puede llegar una persona obedeciendo una orden de hacer daño a otra persona.

Para ello se puso un anuncio pidiendo voluntarios para un estudio relacionado con “la memoria y el aprendizaje”. Los participantes fueron 40 hombres de entre 20 y 50 años y con distinto tipo de educación, desde sólo la escuela primaria hasta doctorados. El procedimiento era el siguiente: un investigador explica a un participante y a un cómplice (el participante cree en todo momento que es otro voluntario) que van a probar los efectos del castigo en el aprendizaje.

Les dice a ambos que el objetivo es comprobar cuánto castigo es necesario para aprender mejor, y que uno de ellos hará de alumno y el otro de maestro. Les pide que saquen un papelito de una caja para ver qué papel les tocará desempeñar en el experimento. Al cómplice siempre le sale el papel de "alumno" y al participante, el de "maestro".

 En otra habitación, se sujeta al "alumno" a una especie de silla eléctrica y se le colocan unos electrodos. Tiene que aprenderse una lista de palabras emparejadas. Después, el "maestro" le irá diciendo palabras y el "alumno" habrá de recordar cuál es la que va asociada. Y, si falla, el "maestro" le da una descarga.

Al principio del estudio, el maestro recibe una descarga real de 45 voltios para que vea el dolor que causará en el "alumno". Después, le dicen que debe comenzar a administrar descargas eléctricas a su "alumno" cada vez que cometa un error, aumentando el voltaje de la descarga cada vez. El generador tenía 30 interruptores, marcados desde 15 voltios (descarga suave) hasta 450 (peligro, descarga mortal).

El "falso alumno" daba sobre todo respuestas erróneas a propósito y, por cada fallo, el profesor debía darle una descarga. Cuando la persona que estaba siendo investigada se negaba a hacerlo y se dirigía al investigador, éste le daba unas instrucciones (4 procedimientos):

Procedimiento 1: Por favor, continúe.
Procedimiento 2: El experimento requiere que continúe.
Procedimiento 3: Es absolutamente esencial que continúe.
Procedimiento 4: Usted no tiene otra alternativa. Debe continuar.

Si después de esta última frase el "maestro" se negaba a continuar, se paraba el experimento. Si no, se detenía después de que hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.


LOS RESULTADOS

Antes de realizarlo, se preguntó a psicólogos, personas de clase media y estudiantes qué pensaban que ocurriría. Todos creían que sólo algunos sádicos aplicarían el voltaje máximo. Sin embargo, el 65% de los "maestros" castigaron a los "alumnos" con el máximo de 450 voltios. Ninguno de los participantes se negó rotundamente a dar menos de 300 voltios.

A medida que el nivel de descarga aumentaba, el "alumno", aleccionado para la representación, empezaba a golpear en el vidrio que lo separa del "maestro", gimiendo. Se quejaba de padecer de una enfermedad del corazón. Luego aullaba de dolor, pedía que acabara el experimento, y finalmente, al llegar a los 270 voltios, gritaba agonizando. El participante escuchaba en realidad una grabación de gemidos y gritos de dolor. Si la descarga llegaba a los 300 voltios, el "alumno" dejaba de responder a las preguntas y empezaba a convulsionar.

Al alcanzar los 75 voltios, muchos "maestros" se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus "alumnos" y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar. Al llegar a los 135 voltios, muchos de los "maestros" se detenían y se preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".

En estudios posteriores de seguimiento, Milgram demostró que las mujeres eran igual de obedientes que los hombres, aunque más nerviosas. El estudio se reprodujo en otros países con similares resultados. En Alemania, el 85% de los sujetos administró descargas eléctricas letales al alumno.

En 1999, Thomas Blass, profesor de la Universidad de Maryland publicó un análisis de todos los experimentos de este tipo realizados hasta entonces y concluyó que el porcentaje de participantes que aplicaban voltajes notables se situaba entre el 61% y el 66% sin importar el año de realización ni el lugar de la investigación.


“Los aspectos legales y filosóficos de la obediencia son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas. Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio.”

Stanley Milgram. The Perils of Obedience (Los peligros de la obediencia. 1974)

4 comentarios:

  1. Sin duda, un buen resumen de lo que Milgram quiso demostrar con su expeimento. No obstante, podriamos establecer un debate paralelo sobre las contingencias establecidas entre alumno-profesor, aunque éste sea un debate más en profundidad. Para aquellos que estén interesados en ampliar la infmración que aqui se expone, os recomiendo el libro de " EL EFECTO LUCIFER".

    Sería interesante hablar, sonre esa " solución final" de los nazis: genocidio sin más o imperativo económico????. Claro esta que lecturas como la de Bauman, establecen que el holocausto no fue más que una solicuión eficaz para la ideología nazi y el beneficio económico que supondría la liquidación de sus "enemigos" en lugar de su éxodo... nada más y nada menos... ( para más infomración, os redirecciono a la obra de Bauman que no es fácil de conseguir: Modernidad y holocausto)

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  2. Muy interesante tu punto de vista, como siempre. En mi opinión la razón económica que apuntas no creo que sea la prioritaria, aunque a posteriori puedan buscarse todo tipo de razones que justifiquen la entrada en guerra de la Alemania nazi. Como siempre, es imposible separar los hechos de su contexto histórico, y con ello de la difícil situación que atravesaba el pueblo alenmán, o de la progresiva pérdida de poder de unos ciudadanos orgullosos que ansiaban que un dirigente les hiciese rememorar tiempos pasados. En este horrible campo de cultivo ideológico que fue la primera mitad del siglo XX, con dos guerras mundiales y otros tantos conflictos bélicos por todo el mundo, ganó adeptos la "eugenesia", un método para mejorar artificialmente lo que para ellos fue la mejor raza que nunca habitó la tierra, los arios. Mitología y ocultismo obsesionaban a Hitler, que encontró en su segundo, Himmler, un apasionado de estos temas y una fuente de inspiración. En esta absurda búsqueda del hombre ario y de los orígenes mágicos del pueblo alemán Hitler ordenó expediciones por todo el mundo en busca de talismanes y lugares de poder como el mismísimo "santo grial", "la fuente de la eterna juventud", o de escalar el Himalaya para demostrar la supremacía de la raza aria.
    Todo esto, aderezado por supuesto con la expansión geográfica y económica que devolvería a Alemania a la grandeza que "merecía", fue un cóctel explosivo.

    Pero de todos estos temas, apasinantes sin duda, hablaremos en próximas entregas

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  3. En mi opinión, pienso que el experimento Milgram, desarrolla, elevado a la enésima potencia, la esencia de la obediencia-responsabilidad, en las personas; en el mismo momento que una persona, se ve como el instrumento que realiza los mandatos y deseos de la autoridad, jefe, o persona en situación dominante. A partir de ese momento, se purga de responsabilidades y no se considera a sí mismo responsable de sus actos.
    Esta es la base del respeto militar al mando, los soldados seguirán, obedecerán y ejecutarán órdenes e instrucciones dictadas por los superiores, con total abnegación, entendiendo, que la responsabilidad de sus actos recae siempre en sus jefes superiores.
    Es increíble, pero esta forma de actuar, cada vez se observa en mayor medida entre nuestra población actual. La obediencia sumisa, el desconectar, hacer las cosas de forma borreguil y sin criterio, apagando el cerebro y negando cualquier responsabilidad.

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  4. Hombre Juande, qué bueno verte por aquí !!!!

    Pues tienes mucha razón en tu planteamiento.
    Básicamente el hombre es un animal gregario, y como tal buscará la agrupación seguro de que en grupo superará los problemas con mayor facilidad. En las sociedades complejas, algo que empieza a verse a partir de la edad media, el hombre comienza a perder paulatinamente su identidad en beneficio de la comunidad, canjeando de este modo su "libertad" por la "seguridad". Por otra parte, y fruto de esta característica gregaria de la condición humana, la personalidad se divide, básicamente y aun a riesgo de ser simplistas, en dos tipos o modelos, por un lado los líderes, menores en número y encargados de tomar las decisiones, y por otro los liderados, el resto, que siguen a los líderes en un proceso de automatización que les niega la libertad pero les ofrece la seguridad y la supervivencia.

    Erich Fromm, psicólogo alemán, y judío, para más señas, ya señalaba en su obra "El miedo a la libertad", de 1941, que "cabe sólo esperar que la desesperación del autómata humano no sea suelo fértil para los propósitos del fascismo".

    Paradójicamente, lo que terminó corrompiendo la sociedad en la que vivía y le obligó a exiliarse a los Estados Unidos.

    Gracias por vuestra participación. Un saludo.

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